Querido hermano George. Uno de los asuntos de los cuales más se habla en algunos ambientes eclesiásticos (y no eclesiásticos), y hacia el cual más de una denominación cristiana orienta sus críticas, es la disciplina actual de la Iglesia Católica según la cual quien se acerca a las Sagradas Ordenes (sacerdocio) debe profesar votos de castidad perpetua (celibato). Digamos desde un primer momento que se trata de una disciplina eclesiástica sujeta a cambio, que de hecho cambió y puede, teóricamente, seguir cambiando. No se trata de un dogma de fe. La hermana Iglesia Ortodoxa, que ordena sacerdotes -válidamente- según el juicio de la Iglesia Católica, admite hombre casados al sacerdocio. Es más, la misma Iglesia Católica en los países donde predomina el rito Bizantino (por ejemplo en Ucrania, por mencionar uno) ordena sacerdotes a hombres casados, los cuales continúan viviendo vida matrimonial después de la ordenación. Pero al mismo tiempo la Iglesia cree que el celibato sacerdotal es un don de Dios, y que hoy por hoy sería un error cambiar la legislación actual. Y la bimilenaria Iglesia tiene sus buenos motivos. Expongo aquí sucintamente algunos pensamientos sobre el tema. No se trata de un tratado exhaustivo, sino apenas un resumen, algo que el laico sencillo pueda entender sin mayores estudios teológicos y sin necesidad de recurrir a gruesos tratados de historia de la Iglesia. Dejamos de lado las muchas razones de orden teológico y pastoral que evidencian la oportunidad de esta disciplina (y que son en verdad cuantiosas y de no poca monta), y vemos solamente el proceso histórico de esta decisión. Es decir, el presente escrito no responde a todas la preguntas sobre el tema ni es una defensa acabada del celibato, sino que trata de responder a la pregunta: ¿de dónde proviene esta práctica en la Iglesia Católica? ¿Cómo fue evolucionando el asunto? ¿Fue siempre así como lo conocemos hoy? Quien quiera profundizar sobre los motivos de orden teológico que han llevado a la Iglesia por el camino del celibato sacerdotal, puede leer con provecho la magistral encíclica de Pablo VI -Sacerdotalis Caelibatus-, entre otros muchos esclarecedores documentos de la Iglesia. Abrazo en Cristo